En varias de mis habituales columnas he tocado el tema del aeropuerto Matecaña en los aspectos que han sido materia de discusión como: ampliación, concesión, asociación, reparación, cierre, en fin, todos esos temas que han salido a flote alrededor de nuestro mayor activo de ciudad.
Si algo tiene Pereira como ventaja comparativa frente a nuestros vecinos de la región es su aeródromo, no solo por especificaciones técnicas, sino por ser internacional.
Sin embargo ese carácter de internacional queda absolutamente revaluado los días domingos, pues los alrededores del que debería ser un ícono de ciudad, se convierte en un ventorrillo, igual a cualquier mercado de plaza de pueblo.
Debemos reconocer que la pisita visible y cercana a la vía es un atractivo para miles de personas, incluso para algunos visitantes que quieren comprobar si es cierto que en Pereira un paseo es ir a ver aterrizar y decolar aviones. Pues sí, eso es verdad, y el domingo es una típica muestra.
Y no es que me parezca malo que cosas tan nuestras como las ventas de chorizos o mazorca existan, por solo nombrar un ejemplo visible. Lo que no se puede aceptar es que con cargo a la tradición popular exista semejante desorden en la puerta de entrada de una ciudad que quiere convertirse en sitio obligado de los turistas.
El pasado domingo me dirigí hasta el aeropuerto y la estrecha doble vía que existe, para entrar y salir, estaba reducida a una sola calzada porque había vehículos parqueados a lado y lado, mientras sus propietarios degustaban alguno de nuestros típicos productos y otros observaban las aeronaves llegar o partir del Matecaña.
Había niños jugando pelota en el jardín, algunos otros montando en bicicleta y otro tanto desafiando el mareo en la rueda de caballitos. Por fortuna para quienes llegaron o partieron ese día, como a las 5 y 30, no tuvieron que hacer parte de una caravana fúnebre con destino a Prados de Paz.
Muy importante sería que las autoridades tuvieran en cuenta esta situación para que la gente pudiera disfrutar de las cosas típicas, pero con orden, especialmente cuando es en la puerta de entrada internacional de nuestra ciudad.